domingo, 28 de febrero de 2010

Profetas

Ayer en la boda de mi primo, el pastor dijo unas palabras que van perfecto con este post, "los padres son profetas". Lo que le dices a tus hijos, muy probablemente lo van a ser. No lo digo yo, ni el pastor, lo dicen los psicólogos y básicamente el sentido común. Yo era la gordita, siempre, para toda mi familia, y no sé muy bien porque decidieron decirme así. O sea sí me acuerdo que de bebé tenía como llantitas, pero casi todos los bebés que conozco así son! Nunca fui difícil para la comida, así que nunca estuve baja de peso ni mucho menos, pero de eso a decirme que nunca iba a poder ser delgada por que no tenía la "constitución" necesaria, ...mmmmm hay mucha diferencia.
No tienen idea la cantidad de veces que escuché de alguna tía, mis papás, mi abuela o alguien cercano a mi las frases: "tienes los huesos grandes", "tu complexión es gruesa"," tienes las piernas de tu abuela igual de gordas", "gorda" (todo en buena onda y de cariño claro). El caso es que dicho y hecho, era gordita.
Cuando llegué a Querétaro, como a los 1o años, yo me sentía ya muy insegura. No me gustaba relacionarme con nadie porque no sabía cómo y me sentía siempre muy incómoda al hablar con otras personas. Yo había estudiado en escuela de puras mujeres en el DF, así que el llegar a escuela mixta representó un estrés extra para mi (aparte de cambiarme de casa, llegar a una nueva escuela, etc.). No me acuerdo de casi nada, pero me acuerdo que no tenía amigos, que me sentía ansiosa y que no me gustaba mucho ir a la escuela. Lo que me acuerdo es de mi primera amiga, que a la fecha es mi mejor amiga. Ella me ayudó a relacionarme y a conocer más gente, me ayudó a ver la vida de una forma más alegre y es algo que siempre le voy a agradecer porque no sé que hubiera sido de mí sin ella. (Gracias amiga, te mereces y te deseo lo mejor)
Yo era de las últimas siempre en las filas del salón porque creo que crecí muy rápido y era de las más altas. Eso no me ayudaba en nada, porque aparte de los kilos de más, la altura me hacía ver un gigante y me sentía como una mole en comparación de mis compañeras. En la escuela la historia siempre fue más o menos la misma. Me sentía horrible, siempre me comparaba con las demás y resultaba yo perdiendo porque no era güerita, o finita, no era delgada, no tenía el pelo largo, no tenía los ojos claros, era mala para los deportes, no tenía ninguna gracia en pocas palabras. Me ha costado mucho dejar de compararme pero creo que cada vez entiendo mejor que cada quien es diferente y puedo ver a las otras mujeres y saber que todas somos atractivas de distinta manera.
En mi casa pasaba las tardes sufriendo porque no podía comer lo que quería porque estaba a dieta. Yo tenía que comer sopa de verduras y pollo asado mientras que mi hermano podía comer tacos dorados de pollo y crema de frijol. Por cierto, ¿como creen que le dice a la fecha a mi hermano?..."el flaco". Así que mientras yo sufría tomando en ayunas sábila licuada con gotas de limón para que fuera un poco más digerible(guacala en serio), mi hermano desayunaba pan francés con cajeta. Mientras yo sufría aguantando que me pusieran agujas porque iba con la nueva dieta que le habían recomendado a mi mamá, mi hermano nos esperaba en el coche comiendo una bolsa de pizzerolas. Y así durante años y años. Llegó un punto en el que me tenían que esconder la comida porque si no acababa con ella. Como mi hermano podía comer roles glaseados, conchas, cajeta, etc, yo sabía que en algún lugar de la despensa tenía que haber. Así que a veces en la madrugada me despertaba, o cuando no estaban mis papás, y buscaba por toda la cocina, subida en sillas, para encontrar la comida. Siempre la encontraba y siempre me la acababa. No sé si me daba coraje que me la escondieran y por eso terminaba con ella, o simplemente porque en serio moría de ganas de un paquete de bigotes rellenos de chocolate. A la fecha hay veces que escondo yo la comida porque me da pena que alguien vea que compré un paquete de chocolates o alguna otra cosa que se supone que no debo de comer.
Claro que no porque me dijeran "gorda", ya fui gorda, o sea si me hubieran dicho "güera" seguro no se me iban a cambiar los ojos de repente a color verde acqua! Hubo otras cosas que después de las 10 mil terapias tomadas, me doy cuenta, contribuyeron a todo este caos. Más adelante hablaré de ellas. Pero para cerrar con lo de los profetas quiero dar un pequeñísmo ejemplo de algo positivo en mi vida.
Desde que tengo uso de razón me dijeron que era inteligente. Desde muy pero muy pequeña siempre fui de 10, 100 o A la escala que quieran, y mientras más 10 tenía mi boleta, más inteligente me decían que era. Así que siempre me sentí inteligente, puedo decir que nunca dudé de mi capacidad de sacar adelante una materia, o una clase. No soy Einstein ni nada parecido, dentro de la escala "normal", me considero una persona inteligente. En la escuela era la primera en terminar el examen, no estudiaba porque por alguna razón las clases se me pegaban muy bien y con eso tenía para sacar adelante la materia y nunca reprobé nada. Pero eso sí, desde que nací, mi papá se ha encargado de decirme casi todos los días de su vida (que mañana son 62 años!!! Felicidades)que soy inteligente. Mi mamá también me decía pero como que a ella le importaban más otras cosas, y mi papá era al que le tenía que rendir cuentas de la escuela. Así que en este caso, también fueron "profetas".
Así que como dice un libro ("los 4 acuerdos"), se impecable con tus palabras. Si no tienes nada positivo que decir, mejor no digas nada. Muchas veces no sabemos que efecto pueden tener nuestras palabras en otras personas, pero que mejor que sean palabras positivas lo que puedan recibir de nosotros los demás.
De mi parte te agradezco que me leas, porque cada cosa que escribo aquí, es como un curita que me pongo. Gracias de corazón =)

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